lunes, 6 de junio de 2011

Pobre, pero feliz

Kapuscinski dice que la pobreza mata, pero a la señora Rosa nunca logró destruirle el alma, la verdadera esencia de la vida. A veces, cuando sueño, siento ese olor a tierra que fue mi fragancia durante la niñez. Por entonces mi calle la estaban pavimentando y habían tantos montículos de tierra que hacían de ese lugar un verdadero parque de diversiones. Con mi hermano jugábamos a escondernos en cada hoyo que dejaban las retroexcavadoras y, al caer la noche, la señora Rosa nos entraba a casa. Nos bañaba en un lavatorio verde antes de acostarnos y mientras lo hacía, de su rostro salía una sonrisa que carecía de dientes. Luego dormíamos, sin si quiera imaginar que en su casa faltaba el pan, que su hijo estaba preso y que llevaba más de un año viviendo a la luz de una vela. Su rostro nos alejó de todas sus amarguras para mostrarnos que siendo pobre también se puede ser feliz.